viernes, 31 de julio de 2015

¿Lo hice bien?

¿Cómo saber que se hizo bien el trabajo? .Cuando las cosas funcionan sin que tú estés promoviéndolas. Sencillo, pero verdad.

Tanto a nivel profesional como personal nos dedicamos a sembrar a veces por mucho tiempo y no vemos resultados hasta que un día, uno no está y nos damos cuenta que aquello que sembraste, está siguiendo su curso de la mejor manera.

Para mí se manifiesta en pequeños momentos a veces muy rápidos en donde puedo sentir una dicha extrema de saber que lo hice bien. Es un éxtasis. Son para mí momentos de sumo placer. Claro, siempre he sido una persona más espiritual, y se me hace fácil la expresión; para otros esa comparación de placer sólo la encuentran en momentos íntimos…para mí y sin ningún prejuicio ni nada que perder puedo afirmar que estos momentos me dan una dicha más permanente-.

Hoy tuve uno de esos momentos, cuando mi hijo mayor me acompañaba en una emergencia familiar con su abuela.   Ver cómo era gentil y atento con su abuela no es una sorpresa ya porque es otra siembra que ya tuvo frutos, pero ver cómo  ayudaba a un señor que no conocía con impedimentos en la clínica y así mismo era gentil con el señor del estacionamiento y también con el médico, me hizo sentir calladamente feliz. “Es un buen muchacho”, me dije..”lo hice bien!”.  
Una de las reglas de la vida para ser feliz ya la tiene bien arraigada; y es sentirse útil a los demás, ser una persona de buenos sentimientos hacia nuestro entorno por igual. Suena sé un poco aburrido para la mayoría de los que algún día lean esto, pero en eso soy aburrida, me disculpo.

Momentos de estos los he tenido con mis otros dos hijos, muy sencillos, pero significativos. De lo más recientes a modo de ejemplo es cuando uno de ellos al regresar de un camp se trajo una bolsa de mensajes de sus compañeros…Todas las notas se referían a él como un chico amistoso, gracioso, y uno le escribió una nota de despedida en donde le agradecía que le hubiera dado esos 10 dólares que no tenía para comprarse un helado sin conocerlo…y que algún día él también le brindaría un helado. Para mí esa nota ya lo hizo todo: “Es un buen chico”. 

De los instantes significativos con el tercer hijo más recientes  fue cuando él y su hermano se embarcaban solos en un viaje y al despedirse de mí, mientras uno preguntaba y con justa razón los detalles de cómo era el proceso de embarque e inmigración para no equivocarse, éste sólo preguntó si yo estaría bien y cómo iría a mi vuelo ya que llovía fuerte y había que caminar al otro puerto de salida. Me provocaba besarle y abrasarle, pero me contuve ya que sé de sobra que en su adolescencia  esos momentos en público son muy embarazosos- Ese fue un momento en el que sentí que él ya tenía ese ingrediente vital en la vida: Esa atención especial que requiere amar a alguien más allá de uno mismo. “Él ya sabe que es amar”.

Es muy posible que la mayoría de los padres estos momentos los sienten cuando el hijo se gradúa, o cuando hace bien un acto de baile, o cuando saca buenas notas, o gana algún premio. En mi caso esas son satisfacciones. Las satisfacciones dan alegría a largo plazo, dan una paz enorme el ver cómo ellos logran superarse en el camino de ser independientes y en la búsqueda de aquello que les gusta hacer;  pero  el instante de placer que sienten de haber cumplido la meta, es de ellos.  Aprovecho la ocasión para invitar a la reflexión a un grupo de padres que suelen agregarse el mérito personal de sus hijos. Una cosa es felicitarlos, y otra es sentirse exitosos por lo que ellos lograron.


Cuando dejaba la empresa donde trabajé por 21 años me preguntaba qué pasaría cuando yo no estuviera. Sabía que nadie es indispensable, pero también sabía que había presenciado y vivido lo que es heredar una gerencia desorganizada, sin mística y sin un trabajo que continuar.  Había presenciado lo que es dejar con la gestión de trabajo  una empresa sin flujo, había presenciado lo que es dejar una empresa llena de gastos sin ingresos a la par de ellos. Comenzar de nuevo desde 0 no es fácil cuando hay compromisos económicos que afrontar en una organización, y ello sólo es para expertos. A última hora antes de irme, no era el momento para dejar las cosas organizadas, porque así no funciona. Se puede dejar el archivo organizado y el escritorio limpio, pero lo que más importa es si dejaste sembrado en tu equipo una forma de trabajar sana para la empresa.  

No dejé mi escritorio quizás ordenado porque trabajé hasta el último minuto en la operación diaria con intensidad, pero me preocupé en los últimos meses de dejar a alguien a quien yo misma busqué; y me preocupé de dejarle  lo que se le podía transmitir,  ya que es imposible trasladar lo aprendido en un lapso de tiempo limitado.  Cuando salí esperé ansiosamente ver si salía humo de incendio o no. No lo hubo. 

En silencio he visto como la gerencia siguió sin obstáculos su camino, que siguen teniendo buenos resultados; aún cuando el entorno ha cambiado drásticamente en estos dos años que no estoy, el equipo se mantiene. Obviamente habrá problemas como todos los tenemos, sin embargo tienen con qué y con quien afrontarlos. Parece sencillo desde afuera, pero les digo que no lo es. Cuando todo fluye, es que hay trabajo bien hecho.  Suena un poco prepotente?, pues nuevamente me disculpan; si me doy aplausos cuando los merezco. El día que me despedí de mi equipo sentí ese otro momento de éxtasis porque la energía que me transmitieron en ese instante era de gratitud y de confianza. Me dije “valió la pena, el equipo es unido, fuerte y bueno”…y así fue.


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