¿Cómo saber que se hizo bien el trabajo? .Cuando las cosas funcionan sin que tú estés promoviéndolas. Sencillo, pero
verdad.
Tanto a nivel profesional como personal nos dedicamos a sembrar a veces por
mucho tiempo y no vemos resultados hasta que un día, uno no está y nos damos
cuenta que aquello que sembraste, está siguiendo su curso de la mejor manera.
Para mí se manifiesta en pequeños momentos a veces muy rápidos en donde
puedo sentir una dicha extrema de saber que lo hice bien. Es un éxtasis. Son para mí momentos de sumo placer. Claro, siempre he sido una persona más
espiritual, y se me hace fácil la expresión; para otros esa
comparación de placer sólo la encuentran en momentos íntimos…para mí y sin
ningún prejuicio ni nada que perder puedo afirmar que estos momentos me dan una
dicha más permanente-.
Hoy tuve uno de esos momentos, cuando mi hijo mayor me acompañaba en una
emergencia familiar con su abuela. Ver
cómo era gentil y atento con su abuela no es una sorpresa ya porque es otra
siembra que ya tuvo frutos, pero ver cómo
ayudaba a un señor que no conocía con impedimentos en la clínica y así
mismo era gentil con el señor del estacionamiento y también con el médico, me
hizo sentir calladamente feliz. “Es un buen muchacho”, me dije..”lo hice
bien!”.
Una de las reglas de la vida
para ser feliz ya la tiene bien arraigada; y es sentirse útil a los demás, ser
una persona de buenos sentimientos hacia nuestro entorno por igual. Suena sé un
poco aburrido para la mayoría de los que algún día lean esto, pero en eso soy
aburrida, me disculpo.
Momentos de estos los he tenido con mis otros dos hijos, muy sencillos,
pero significativos. De lo más recientes a modo de ejemplo es cuando uno de ellos
al regresar de un camp se trajo una bolsa de mensajes de sus compañeros…Todas
las notas se referían a él como un chico amistoso, gracioso, y uno le escribió
una nota de despedida en donde le agradecía que le hubiera dado esos 10 dólares
que no tenía para comprarse un helado sin conocerlo…y que algún día él también
le brindaría un helado. Para mí esa nota ya lo hizo todo: “Es un buen chico”.
De
los instantes significativos con el tercer hijo más recientes fue cuando él y su hermano se embarcaban
solos en un viaje y al despedirse de mí, mientras uno preguntaba y con justa
razón los detalles de cómo era el proceso de embarque e inmigración para no
equivocarse, éste sólo preguntó si yo estaría bien y cómo iría a mi vuelo ya
que llovía fuerte y había que caminar al otro puerto de salida. Me provocaba besarle y abrasarle, pero me contuve ya que sé de sobra que en su
adolescencia esos momentos en público
son muy embarazosos- Ese fue un momento en el que sentí que él ya tenía ese
ingrediente vital en la vida: Esa atención especial que requiere amar a alguien
más allá de uno mismo. “Él ya sabe que es amar”.
Es muy posible que la mayoría de
los padres estos momentos los sienten cuando el hijo se gradúa, o cuando hace
bien un acto de baile, o cuando saca buenas notas, o gana algún premio. En mi
caso esas son satisfacciones. Las satisfacciones dan alegría a largo plazo, dan
una paz enorme el ver cómo ellos logran superarse en el camino de ser
independientes y en la búsqueda de aquello que les gusta hacer; pero
el instante de placer que sienten de haber cumplido la meta, es de ellos.
Aprovecho la ocasión para invitar a la
reflexión a un grupo de padres que suelen agregarse el mérito personal de sus
hijos. Una cosa es felicitarlos, y otra es sentirse exitosos por lo que ellos
lograron.
Cuando dejaba la empresa donde trabajé por 21 años me preguntaba qué
pasaría cuando yo no estuviera. Sabía que nadie es indispensable, pero también
sabía que había presenciado y vivido lo que es heredar una gerencia
desorganizada, sin mística y sin un trabajo que continuar. Había presenciado lo que es dejar con la
gestión de trabajo una empresa sin
flujo, había presenciado lo que es dejar una empresa llena de gastos sin
ingresos a la par de ellos. Comenzar de nuevo desde 0 no es fácil cuando hay
compromisos económicos que afrontar en una organización, y ello sólo es para
expertos. A última hora antes de irme, no era el momento para
dejar las cosas organizadas, porque así no funciona. Se puede dejar el archivo
organizado y el escritorio limpio, pero lo que más importa es si dejaste
sembrado en tu equipo una forma de trabajar sana para la empresa.
No dejé mi escritorio quizás ordenado porque
trabajé hasta el último minuto en la operación diaria con intensidad, pero me
preocupé en los últimos meses de dejar a alguien a quien yo misma busqué; y me
preocupé de dejarle lo que se le podía
transmitir, ya que es imposible
trasladar lo aprendido en un lapso de tiempo limitado. Cuando salí esperé ansiosamente ver si salía
humo de incendio o no. No lo hubo.
En silencio he visto como la gerencia siguió
sin obstáculos su camino, que siguen teniendo buenos resultados; aún cuando el
entorno ha cambiado drásticamente en estos dos años que no estoy, el equipo se
mantiene. Obviamente habrá problemas como todos los tenemos, sin embargo tienen
con qué y con quien afrontarlos. Parece sencillo desde afuera, pero les digo
que no lo es. Cuando todo fluye, es que hay trabajo bien hecho. Suena un poco prepotente?, pues nuevamente me
disculpan; si me doy aplausos cuando los merezco. El día que me despedí de mi
equipo sentí ese otro momento de éxtasis porque la energía que me transmitieron
en ese instante era de gratitud y de confianza. Me dije “valió la pena, el
equipo es unido, fuerte y bueno”…y así fue.